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jueves, 14 de noviembre de 2013

VENECIA EN LA LITERATURA

A partir del capítulo que Mauricio Wiesenthal dedica a Venecia en su "Libro de réquiems", quisiera apuntar aquí algunos de los textos que conozco inspirados en esa ciudad única. No puedo ni pretendo ser exhaustivo, me limitaré a mis lecturas, y a la época contemporánea, el siglo XX, cuando Venecia ya se había convertido en un símbolo de belleza herida por el peso de su historia y el corrosivo veneno del mar, tópico decadentista y enfermizo:

- Th. Mann: La muerte en Venecia.

- M. Proust: múltiples referencias, en especial el viaje a Venecia que el Narrador relata hacia el final de "La fugitiva".

- Th. Berendt: La ciudad de los ángeles caídos.

- P. Morand: Venecias.

- J. M. de Prada: La tempestad.

- E. Mendoza: La isla inaudita.

- Ezra Pound: como en Proust, numerosas alusiones, por ejemplo, el comienzo de su Canto III:

Yo me sentaba en las gradas de la Dogana
porque las góndolas costaban mucho, aquel año,
y no estaban "esas niñas", solo había una cara,
y el Buccentoro veinte yardas allá, aullando "stretti",
y los rayos de la iluminación cruzados, aquel año, en el Morosini,
y pavos reales en casa de Koré, o pudo haber habido.
    Dioses flotan en el aire azur,
brillantes dioses y toscanos, de vuelta antes que el rocío se derramara.
Luz: y la primera luz antes de que cayera ningún rocío.
Dioses Pan y, salidas del roble, dríadas,
y del manzano, mélidas,
por todo el bosque, y las hojas están llenas de voces,
suspirantes, y las nubes se doblan sobre el lago,
y hay dioses sobre ellas,
y en el agua, las bañistas de blancura almendra,
el agua plateada pule los erectos pezones
     como Poggio observara.
Venas verdes en el turquesa,
o las gradas grises conducen arriba bajo los cedros.

- P. García Baena: poema "Venecia" (ha. 1978):

Allí Venecia en el otoño adriático
su veronés veneno verdeante, 
su carnaval mojado desparrama, 
reparte entre las manos del viajero 
camisetas rayadas, bucentauros, 
palomas ciprias hacia San Giorgio. 
Llegan todos ansiosos: kodak, planos, 
¡oh Venecia!, 
tarjetas del albergo Paganelli. 
Oros líquidos caen de los bulbos hinchados, 
de las cúpulas tensas, 
la corrupción nos cerca entre tus brazos náyades. 
Chorreantes caballos patalean agónicos 
los desteñidos bronces. Suena el tiempo 
y te hundes, Venecia, 
erizada de escamas como un reptil heráldico, 
nos hundimos contigo en tu estancado páramo, 
en ligeros pecados como música o lluvia, 
frutales azafates donde bichean los vermes. 
Se abrazan los tetrarcas en el pórfido, 
presta la espada a la erosión del beso, 
a la campana virgen del diácono. 
Y te vuelves al mar, tu padre incestuoso 
que te posee abierta, a la costumbre, 
pintada actriz que sabe que el amor es moneda fugitiva, 
vieja opulenta que fuiste Serenísima, 
madre de usuras y mercaderías, 
en tu diván de légamo y recuerdo. 
Vuelves al mar. Por la Laguna Muerta 
el cementerio flota como un ahogado oscuro, 
barcazas de difuntos al olvido, 
riada de sollozos alejándose: 
Lord Byron, corazón de cornalina, 
indumentos gofrados de Fortuny, 
laureles dannunzianos, 
rojas gemas al cuello de Desdémona, 
Ana Karenina y su pamela paja 
—niebla al fragor de la locomotora—: 
«Usted puede arrastrar mi nombre por el lodo.» 
Arrástranos contigo, cortesana del agua, 
sueltos los ceñidores, los secretos, 
cloacas engullendo últimas resistencias, 
carmíneas lumbrerías del deseo. 
Rige la podredumbre carnal con tu tridente, 
caduceo florido, muslo, armiño encharcado, 
mientras tus muros caen al liquen de los labios, 
góticas cresterías hacia el fondo, 
hacia el silencio, lecho, adormidera, 
a tu fango de hastío y de sabiduría, 
a tu esplendente fin inexorable, 
Venecia.

- P. Gimferrer: poema "Oda a Venecia ante el mar de los teatros" (ha. 1966), nótese la cita de Pound:


Tiene el mar su mecánica como el amor sus símbolos. 
Con qué trajín se alza una cortina roja 
o en esta embocadura de escenario vacío 
suena un rumor de estatuas, hojas de lirio, alfanjes, 
palomas que descienden y suavemente pósanse. 
Componer con chalinas un ajedrez verdoso. 
El moho en mi mejilla recuerda el tiempo ido 
y una gota de plomo hierve en mi corazón. 
Llevé la mano al pecho, y el reloj corrobora 
la razón de las nubes y su velamen yerto. 
Asciende una marea, rosas equilibristas 
sobre el arco voltaico de la noche en Venecia 
aquel año de mi adolescencia perdida, 
mármol en la Dogana como observaba Pound 
y la masa de un féretro en los densos canales. 
Id más allá, muy lejos aún, hondo en la noche, 
sobre el tapiz del Dux, sombras entretejidas, 
príncipes o nereidas que el tiempo destruyó. 
Qué pureza un desnudo o adolescente muerto 
en las inmensas salas del recuerdo en penumbra 
¿Estuve aquí? ¿Habré de creer que éste he sido 
y éste fue el sufrimiento que punzaba mi piel? 
Qué frágil era entonces, y por qué. ¿Es más verdad, 
copos que os diferís en el parque nevado, 
el que hoy así acoge vuestro amor en el rostro 
o aquél que allá en Venecia de belleza murió? 
Las piedras vivas hablan de un recuerdo presente. 
Como la vena insiste sus conductos de sangre, 
va, viene y se remonta nuevamente al planeta 
y así la vida expande en batán silencioso, 
el pasado se afirma en mí a esta hora incierta. 
Tanto he escrito, y entonces tanto escribí. No sé 
si valía la pena o la vale. Tú, por quien 
es más cierta mi vida, y vosotros que oís 
en mi verso otra esfera, sabréis su signo o arte. 
Dilo, pues, o decidlo, y dulcemente acaso 
mintáis a mi tristeza. Noche, noche en Venecia 
va para cinco años, ¿cómo tan lejos? Soy 
el que fui entonces, sé tensarme y ser herido 
por la pura belleza como entonces, violín 
que parte en dos el aire de una noche de estío 
cuando el mundo no puede soportar su ansiedad 
de ser bello. Lloraba yo acodado al balcón 
como en un mal poema romántico, y el aire 
promovía disturbios de humo azul y alcanfor. 
Bogaba en las alcobas, bajo el granito húmedo, 
un arcángel o sauce o cisne o corcel de llama 
que las potencias últimas enviaban a mi sueño. 
            Lloré, lloré, lloré 
¿Y cómo pudo ser tan hermoso y tan triste? 
Agua y frío rubí, transparencia diabólica 
grababan en mi carne un tatuaje de luz. 
Helada noche, ardiente noche, noche mía 
como si hoy la viviera! Es doloroso y dulce 
haber dejado atrás a la Venecia en que todos 
para nuestro castigo fuimos adolescentes 
y perseguirnos hoy por las salas vacías 
en ronda de jinetes que disuelve un espejo 
negando, con su doble, la realidad de este poema.

- Un enlace con la película "Muerte en Venecia", de L. Visconti, basada en el relato de Th. Mann:
http://www.shurweb.es/videos/muerte-en-venecia-vose/


Y mi modesta contribución:
http://blogemiliomanuel.blogspot.com.es/2011/03/reflexiones-de-gustav-von-aschenbach-en.html






martes, 15 de enero de 2013

APUNTES LITERARIOS, 3

Escribir ensayos:

- Comparar Proust y Céline:
Proust representa la culminación de la gran novela francesa del siglo XIX. Recrea minuciosamente un mundo, con la fuerza de un estilo único, y con decenas de personajes y retratos, con toda la intensidad de una psicología infinita. Aunque gracias a su sintaxis (esas frases inmensas, de música extensa e inconfundible), a la brillantez y originalidad de sus metáforas y comparaciones, a su profundidad analítica, y a crear un monumento a partir de un "yo" ficticio, etc., abre caminos a la narrativa del XX.
Céline, por contra, tiene el mérito de renovar la prosa francesa, todavía anclada en el pasado del "gran estilo" de Gide o el propio Proust, introduciendo el lenguaje de argot, la sintaxis rota y descoyuntada, el grito y el exabrupto. Un papel similar al que en lengua inglesa desempeñaron Joyce o Henry Miller.
Aunque apenas se lleven unos 20 años, da la impresión de que a Proust y Céline los separa más de un siglo, tan diferentes son sus métodos literarios como los mundos que representan.

- A partir de "Tlön, Uqbar..." de Borges y "Pálido fuego", "Ada.." o "Solus Rex" de Nabokov, escribir sobre países imaginarios (y "Las ciudades invisibles" de Calvino). (PD de febrero de 2014: ver el libro "Breve guía de lugares imaginarios" de A. Manguel y G. Guadalupi).

- La línea de cuentistas Chejov - Joyce - Cheever - Alice Munro (¿y Maupassant, K. Mansfield, Flannery O'Connor?). La melancolía y mediocridad de la vida cotidiana. Seres frustrados, fracasados. Relatos como  escenas o fragmentos de vida, sin principio ni conclusión definidos... finales abiertos.

- El refinado erotismo en la literatura japonesa: de Genji Monogatari a Y. Kawabata (La casa de las bellas durmientes, Lo bello y lo triste), Y. Mishima (Confesiones de una máscara) o H. Murakami (Tokio blues). (PD de marzo 2013: y en relación con ello, "Seda" de A. Baricco). (PD de enero 2014: y J. Tanizaki: "El tatuador", p. ej.).

- Del nihilismo a la recuperación de la fe: los casos de T. S. Eliot (de "Tierra baldía" a "Cuatro cuartetos") y W. H. Auden. También en el poeta peruano Antonio Cisneros.

- Comparar "Solaris" de S. Lem con "La invención de Morel" de A. Bioy Casares. Mundos fantásticos o de ciencia ficción en que se nos aparecen, eternas, las personas amadas... como fantasmas de presencia gozosa o dolorosamente real (¿metáforas del paraíso, posibilidades de otra vida, perpetua, sin fin?).

- A partir de S. Lem en "Solaris" o en ensayos fantásticos como los de "Vacío perfecto", escribir sobre las enciclopedias imaginarias, a veces en un futuro de ciencia ficción (ver también Asimov: "Fundación", y Borges -"Tlön, Uqbar...", p. ej.-).

lunes, 29 de octubre de 2012

APUNTES LITERARIOS, 2

En la poesía del siglo XIX, hay varios escritores, que, en mi opinión, marcarán en buena parte la lírica del XX:

- Walt Whitman. Con sus versículos de amplio aliento, inspirado en el estilo bíblico, y su panteísmo optimista... su método acumulativo, su visión exultante y libre, alejada de las convenciones poéticas. Ver García Lorca: "Oda a Walt Whitman", Ezra Pound, Neruda... Borges (¿extrañamente?).

- Emily Dickinson. Desnudez, esencialidad, precedente de la poesía pura. Versos cortos y poemas breves, de sentido intenso y original, en los que cada palabra pesa y destaca.

Arthur Rimbaud. Llevando las sinestesias y correspondencias baudelerianas al límite, logra traspasar la lógica común y se abre a lo visionario, a lo irracional, a las imágenes imprevistas y bellísimas. Precedente del surrealismo y movimientos afines.

Naturalmente, Rimbaud no puede entenderse sin Baudelaire, de quien nace en realidad casi toda la poesía moderna. Y el genial y misterioso autor de "El barco ebrio" debe incluirse en esa extraordinaria floración de la poesía francesa que viene a denominarse (clasificación y limitación con que la crítica ordena e intenta comprender) "simbolismo": Lautreamont, Verlaine, Mallarmé, etc.

Sería cuestión de rastrear (supongo que algún experto en "literatura comparada" lo habrá realizado) las huellas de estos astros en otros poetas, ya inmersos en el siglo XX, y de importancia semejante: Rilke, Cavafis, Pessoa, Yeats, Eliot, Pound, Juan Ramón Jiménez, César Vallejo, Apollinaire, E. Lee Masters, Wallace Stevens, William Carlos Williams...

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Elogio de la pereza: Juan Gil Albert, ¿Fernando Pessoa, Cesare Pavese...?

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No resulta extraño que Stendhal fuera uno de los novelistas favoritos de Nietzsche. Sus personajes son inmorales, cínicos, pero con accesos, aparentes o sinceros, de ingenuidad o romanticismo. Tan pronto son hipócritas como idealistas... mezquinos, egoístas, incluso crueles, como abnegados o generosos. Desconcertantes, más allá del bien y del mal...

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"La verdadera vida de Sebastian Knight" (1941) de V. Nabokov. Biografía de un escritor imaginario, escrita por el hermanastro de éste. Se comentan sus libros, también ficticios lógicamente... con tanta inteligencia, pasión y detalles que dan ganas de leerlos, de que  sean reales. En cierto modo, es algo parecido a lo que, por las mismas fechas, y sin que creo que se conocieran, realizó Jorge Luis Borges en Argentina ("Examen de la obra de Herbert Quain", etc.). Autores más recientes que han creado escritores y libros ficticios son, por ejemplo, Paul Auster o Stanislav Lem (en los ensayos imaginarios de "Vacío perfecto", v.gr.). Y en España, Enrique Vila-Matas, y el chileno Roberto Bolaño.

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Es sabido que uno de los puntos fuertes de "La montaña mágica" de Thomas Mann consiste en la relación dialéctica entre los personajes Settembrini y Naphta. El primero representa la moderación liberal, el idealismo democrático y razonable, mientras el segundo defiende un sistema dictatorial y teocrático, una mezcla de integrismo cristiano y totalitarismo casi comunista. Lo curioso (aunque no tan curioso, bien mirado) es que mientras la figura de Settembrini resulta un tanto plana, opaca, insulsa, la de Naphta está llena de relieve y vigor, y sus argumentos, aunque no los compartamos, resultan estimulantes, provocadores, se trata de una personalidad fascinante. Y esto viene a ser como un símbolo de la atracción que ejercen y consiguen las opciones antidemocráticas, autoritarias... 


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Sobre la "ideología" de los escritores. Pienso que un gran escritor, precisamente por serlo, por tener una gran capacidad de comprensión humana, está por encima de coyunturas partidistas, de ideologías de moda. Por ejemplo, ¿tiene sentido preguntarse si eran "de derechas o de izquierdas" Proust, Henry James, Nabokov, Pessoa, Baudelaire, Kafka, Rilke, Conrad, Flaubert...? Por no hablar de la época previa al sistema democrático y burgués, cuando ni siquiera existían esos conceptos...
Proust, que tuvo amigos de izquierda y de extrema derecha, incluso, habla de esto, al referirse al señor de Norpois, creo recordar, y dice que la amistad entre dos personas se basa más en cuestiones de carácter o de afinidad psicológica que en posiciones ideológicas predeterminadas.

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Línea poética Cavafis - Cernuda - Gil-Albert - Gil de Biedma - Luis Antonio de Villena.
 id. Hölderlin - Nietzsche - Rilke - Cernuda.
 id. Dickinson - Valèry - Juan Ramón Jiménez - Jorge Guillén -   P. Salinas - ¿Paul Celan? - ¿José Ángel Valente?
 id. Leopardi - Cernuda - Francisco Brines - Juan Luis Panero.
 id. Rimbaud - Apollinaire - Andre Breton - P. Eluard - Gª Lorca - Aleixandre - Neruda - Saint-John Perse - Octavio Paz - A. Gamoneda - P. Gimferrer.
Y otra corriente, que se llamaría de la "poesía conversacional", que utiliza el lenguaje cotidiano, con la musicalidad del fraseo común o hablado, generalmente es una lírica de carácter meditativo y de origen anglosajón: Wordsworth - Tennyson - Browning - Eliot - Cernuda - Auden - Larkin...

miércoles, 5 de septiembre de 2012

Poema, HOMENAJE A MARCEL PROUST

Perdido en la prosa densa proustiana
me gusta encontrarme.
Fluir de fuentes de sintaxis
donde amar a la incomprensible Albertine
y al barón de Charlus espiar
en sus depravaciones.
Palacios y prostíbulos
que con la sal de Sodoma
arden entre murmuraciones.
Estúpida burguesía sustituye
a encantadora aristocracia estúpida.
Admirando las analogías
del semijudío que quería a su mamá,
sus comparaciones nuevas, preciosas,
joyas y porcelanas dignas de antigua belleza,
sutilmente elaboradas
con delicados colores y suavidad
(aunque en el interior de las frases perfectas
siempre pugne la sangre del deseo).

miércoles, 1 de agosto de 2012

APUNTES LITERARIOS, 1

Humor benevolente, compasivo hacia los personajes: Cervantes,  Sterne, Dickens, Pérez Galdós, Chejov, etc.
Humor sarcástico, cruel hacia los personajes: la picaresca (Lazarillo, etc), Quevedo, Larra, Swift, Stendhal, Flaubert, Maupassant, "Clarín", etc.
Posiciones intermedias: Henry James, Conrad, Proust..?

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Esos libros de género indefinible, como misceláneas, que integran gran variedad de textos y temas: los diarios de Kafka y Robert Musil, el "Juan de Mairena" de Antonio Machado, el "Monsieur Teste" o los "Cuadernos" de Paul Valery, el "Libro del desasosiego" de F. Pessoa, "El oficio de vivir" de Cesare Pavese, la "Biographia literaria" de Coleridge...
Y su relación con ciertas obras contemporáneas, que mezclan relato, reflexión, libro de viajes, ensayo, etc. como "El Danubio" de Claudio Magris o las novelas de W. G. Sebald, y, en España, algunas de Javier Marías o Enrique Vila-Matas.
Postdata de octubre de 2013: y el "Libro de réquiems" de M. Wiesenthal.
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Pervivencia de los "neoclasicismos". Regreso a fórmulas y ambientes de siglos anteriores: novelas neo-victorianas: de J. Fowles ("La mujer del teniente francés"), A. S. Byatt ("Posesión", "Ángeles e insectos"), Sarah Waters ("El lustre de la perla", "El ocupante"). Como parodia, en ocasiones, o como fascinación por el prestigio idealizado de la época, u homenaje (¿y tácita confesión de impotencia creadora, de la vulgaridad de nuestra hora?) a los grandes artistas del pasado: Dickens, Wilkie Collins, Henry James, Thomas Hardy... ¿no basta el presente? (¿puede decirse que realmente no son novelas históricas?)

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Luis II de Baviera: poema de Cernuda ("Luis II de Baviera escucha Lohengrin"), fragmento del "Libro del desasosiego" de Pessoa ("Marcha fúnebre para Luis II.."), novela "Oro y locura sobre Baviera" de Luis Antonio de Villena, película de Luchino Visconti...
Atracción lánguida y decadente por un rey loco, que une inocencia, perversidad (sexual, para la época... ¿para nuestra época?), poder (progresivamente abandonado; hastío hacia la Historia y los problemas reales) y dedicación enfermiza, casi absoluta, a la belleza (arte, cuerpos jóvenes) y al placer, frente a la melancolía y vacío de la vida ("¡ah, la vida es cotidiana!", que dijo el poeta).
"¿Vivir?, ya lo harán nuestros criados..." (Villiers de L'Isle Adam: "Axel").

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miércoles, 12 de octubre de 2011

Relato "POR EL CAMINO DE E., O UN FRAGMENTO DE VIDA".

     E. suele ser percibido como un hombre suavemente extravagante, con una vida y personalidad peculiares, aunque de una forma moderada o discreta. Y, como se dice en esta época, se le considera un friki. Ya en su adolescencia llamó la atención de sus amigos y familiares, prosaicamente realistas, gracias a la desmedida afición que manifestó por las obras de Tolkien. Ahora que se acerca a la cuarentena, E. ha sustituido la prolijidad de El señor de los anillos por el barroquismo alucinado de los cuentos terroríficos de Lovecraft y de otros autores raros y quizá de segunda fila. El torturado cerebro de E. se complace perdiéndose en fantasías góticas de castillos imposibles o inverosímiles, como si algo de su psique encontrara cierto e indeterminado placer en las ensoñaciones situadas en laberintos tenebrosos y húmedos, de piedras sucias. En suma, todos estos detalles, conocidos por los más íntimos, o sospechados o intuidos por los demás, le han granjeado la fama, acaso injusta, de tipo extraño, alejado de la sana vida práctica, de la vida común de sus semejantes. Añádase que E. vive con sus padres todavía y que parece más bien solitario y de pocos amigos, para que la impresión de excentricidad se acentúe poderosamente.
    
     Pero E., pese a su apariencia mediocre de hombre casi cuarentón, un tanto gordito y bastante calvo, de rostro vulgarmente redondo, insípido, E., decimos, se siente en cierto modo orgulloso de su vida. Las ironías que percibe en torno, que sabe captar con la finura de una antena psicológica (le parece acertadísima esta expresión), las considera con displicencia y una cierta superioridad. Sí, es verdad que vive con sus padres y que su modesto trabajo de conserje en una institución pública no promete hacer relumbrar su existencia con los altos placeres de una vida intensa. Pero, ¿el suyo no constituye un transcurrir tranquilo, sereno? ¿Acaso podría vivir mejor con otras personas? En cuanto a sus aficiones literarias, reconoce su puerilidad prácticamente inofensiva, pero sabe que también le agradan las cosas serias y profundas. Además de con Lovecraft o Blackwood o Machen, goza asimismo con Henry James, Proust, Flaubert (¿no es él, E., una señora Bovary sumida en el polvo de la pequeña ciudad?, pero sin cónyuge ni amantes, claro, piensa con humor benevolente) o con Robert Walser (ese Walser al que considera hermano del alma, si la frase no es demasiado cursi, ese Walser por quien E. derrama con gusto metafóricas lágrimas en unos ojos hipotéticos). A E. también le gusta el fútbol, el cine (aunque su preferido es el clásico norteamericano de los años cuarenta, que no puede ver tanto como quisiera), pasar las noches ante la televisión (junto a su mamá -ya que el padre se acuesta pronto- disfruta de las series y de los programas del corazón); en fin, que él mismo no se ve tan rarito, tan diferente como los demás le han dado a entender en determinadas ocasiones, con miradas y actitudes más que con palabras francas y directas
    
     Quienes le observan tienen la impresión superficial de un individuo exteriormente anodino, sin darse cuenta de que en el interior de E. arde el fuego de los instintos, como en cualquier otro hombre. En efecto, E. padece, con relativo placer amargo, las tensiones de la sexualidad. Desde hace poco tiempo su atención erótica se ha fijado en dos mujeres. Por un lado, su compañera de trabajo en los últimos seis meses, A., chica de unos treinta y cinco años, divorciada, alta y de espectacular y frondosa melena castaña. A. posee un cuerpo grande, rotundo, un rostro alargado y anguloso, de facciones duras (esa mandíbula marcada, los pómulos elevados y prominentes), en el que brillan húmedamente unos subyugantes ojos azules y rasgados y una boca sensual que suele entreabrir de modo inconsciente (labios rojos que señalan o indican una agradable entrada en su intimidad cálida). A. es una hembra de fuerte carácter, un tanto masculina en sus modos, algo que a nuestro protagonista le excita oscuramente. A E. le gusta imaginarla poderosa en el amor, activa e inquieta, repleta de posturas y movimientos constantes, fieros, experta en caricias prohibidas y con un ímpetu de fogosidad venérea.

     Por otra parte, la vecina del piso de arriba, L., jovencita de unos  veinticinco esplendorosos años. En contraste con A., (en virtud de una desconocida, inexplicable ley de compensación o equilibrio), L. es menudita, de cuerpo delgado y flexible (como si estuviera sin formar del todo, guardando todavía algo de la perfecta imperfección adolescente), con un pelo moreno que lleva corto y chic (a lo garçon, que se decía en épocas pasadas), de carita aniñada y alegre (¿por la inconsciencia juvenil?) en la que bailan unos ojazos (acaso demasiado grandes, desproporcionados, mas esto aumenta su belleza) oscuros y redondos, que parecen mirar las cosas con asombro y felicidad. E. se la figura tímida, recogida y quieta en los placeres (en el momento del éxtasis, abrazada a él fuertemente, aferrada en un espasmo pétreo, casi inmóvil, callada y pasiva, sudando, apenas temblorosa en un orgasmo lento e inacabable paladeado por ambos con morosidad exquisita, a un mismo ritmo acompasado y sólo ligerísimamente perceptible).

     Pero E. tiene la convicción de que nunca les dirá nada, jamás se atreverá (como mucho, a invitarlas a un café). Y aun en el caso de que acumulara valor suficiente y de que fuera correspondido (ideas demasiado sublimes para ser ciertas), E. sabe que su mamá sería un obstáculo insalvable. ¿Y por qué arriesgar un amor seguro, tierno y único a cambio de una aventura azarosa e impredecible? En todo caso, E. se consuela pensando que siempre le quedarán las delicadas, adorables, inocentes nínfulas (nymphettes en el original inglés) que hermosamente supo cantar, en prosa de lirismo inconmensurable (aunque en sórdida novela, sazonada de picante cinismo), el gran Maestro rusonorteamericano. Esas pequeñas cuya existencia mamá ignora por completo, niñas que nunca se interpondrán (al menos, es lo que E. cree, desea o espera con toda su alma) en tan bonito afecto materno-filial.


(XI-2009).

viernes, 5 de noviembre de 2010

ENSAYO 2 (mundos y tiempos pasados)

Me gustan los escritores que han tratado el tema de la nostalgia por un mundo pasado.

Por supuesto, para mí, el primero es MARCEL PROUST, por la profundidad y belleza de su obra. En su caso, la recreación de esa Francia de fines del XIX y principios del XX, de aquellas aristocracia y alta burguesía... Proust sentía que ese mundo iba a desaparecer (si no lo estaba haciendo ya), junto con su propia infancia, por las eternas leyes del cruel y tiránico tiempo. Y llegó a la certeza de que la única manera de salvarlo (vicariamente) era la fijación artística, literaria (En busca del tiempo perdido). Y así todos esos recuerdos, aquellas personas e ideas, quedarían impresos (¿eternamente?) en la perfección de una novela abrumadora. Por fin llegó a "el tiempo recobrado". En su estilo maravilloso, de frases largas y meándricas, de sutil y exquisita música, recuperó ese cosmos, buscando leyes universales de la psicología y de la vida (esos análisis en primera persona del plural), hallando metáforas y comparaciones de una hermosura exacta y deslumbrante. Todo entreverado de lirismo, de humor o de ironía a veces (la nostalgia no está exenta de crítica), de melancolía...

En el fondo, se trata del viejo, clásico género de la elegía (lamento por lo que se pierde). Ya en nuestra literatura medieval tenemos el supremo ejemplo de las "Coplas" de JORGE MANRIQUE ("¿Qué se fizieron..., cuál se para...?"). Es una adaptación del clásico tema "ubi sunt" (emparentado con el "superbi colli", el "collige, virgo, rosas" y el "carpe diem").

En la literatura moderna hay otros hitos que me agradan:

G. T. DI LAMPEDUSA: "El gatopardo" (1957). El siciliano príncipe Salina ve cómo se transforma su mundo, merced a las nuevas revoluciones liberales. Pero "todo ha de cambiar para que todo permanezca igual".

L. VILLALONGA: "Bearn" (1956). Frecuentemente comparado con Lampedusa (se le acusó de plagiar al italiano, sin fundamento, todavía no se había publicado "El gatopardo" cuando escribió esta novela). Expone la decadencia de la vieja aristocracia rural mallorquina.

También podrían citarse ciertas obras que reflejan esa fascinación por la perdida Europa de la belle epoque, anterior a la 1ª Guerra Mundial, como "Pasenow o el romanticismo" de BROCH, "El hombre sin atributos" de MUSIL, "La montaña mágica" de TH. MANN, "La marcha Radetzky" de J. ROTH o las memorias de ZWEIG ("El mundo de ayer").

Un suave canto por esa Europa (y la infancia, siempre la infancia) puede rastrearse en algunas novelas del gran artista que fue VLADIMIR NABOKOV (v. gr.: "Habla, memoria", "Pálido fuego", "Ada o el ardor", incluso las primeras partes de "Lolita").

En cine, evidentemente las recreaciones esteticistas del marxista y aristocrático LUCHINO VISCONTI: "El gatopardo", por supuesto, y "La muerte en Venecia", "Ludwig", "Senso", etc.