jueves, 25 de junio de 2015

RELATO "CINE FANTASMAL".

En el desván de la vieja casa que acababa de alquilar descubrí cuatro latas de películas. Por su aspecto, por el polvo que las cubría, debían de ser bastante antiguas. Como providencialmente mi cuñado José Luis trabaja en la Filmoteca, se las llevé, por si podía verlas. Tras varias llamadas un tanto ansiosas y precipitadas por mi parte, a los diez días me avisó por el móvil. Las noticias eran excelentes, el material se encontraba en un estado más que aceptable, y me invitaba para el siguiente día a un pase privado en su despacho de la filmoteca, en horario extralaboral, con objeto de estar solos, sin intromisiones molestas.
     Acudí con presteza, en un estado de impaciente excitación. José Luis había realizado un gran trabajo, incluso le dio tiempo a obtener copias en formato digital, que pasó a proyectarme en una salita contigua a su oficina.
     En primer lugar me informó de que se trata de cuatro películas aparentemente norteamericanas, realizadas a principios de los años 30, antes de que se implantara el código Hays. Aunque puede que esto no tuviera demasiada importancia, ya que parecen filmes casi experimentales, hechos fuera de la industria, con unas expectativas de difusión escasas, tal vez para un público limitado, quizá un grupo de artistas y cineastas de vanguardia. La información que ofrecen los títulos de crédito es exigua, con nombres desconocidos (¿acaso seudónimos?, apuntó José Luis).
     Comenzó la proyección de la primera, titulada "Ghosts and flesh", con una duración de unos cincuenta minutos. Enseguida me parece inquietante. Se trataba de una extraña película de terror, con un indefinible tono poético, que se desarrollaba en unos ambientes y escenas malsanos. Vagamente me recuerda a "La caída de la casa Usher" de Epstein o a "Vampyr" de Dreyer. Es un blanco y negro brumoso, ligeramente difuminado y plateado, pero, en algunos planos, de una nitidez asombrosa. Las actrices, bellísimas, me hacen pensar en Louise Brooks, aunque una de ellas es rubia (de un rubio que en la pantalla resulta blanco, restallante, enceguecedor). La cámara se mueve, con insospechadas elegancia y precisión, entre los diversos escenarios, que, entenebrecidos, parecen surgir de un claroscuro a lo Rembrandt. También la cámara se desliza entre los personajes (tres son chicas, siempre incitantes y siempre hermosas, ataviadas con livianos y lujosos vestidos de los años 20; jovencitas pícaras, desenvueltas, que por afán de placer o curiosidad se ven implicadas en tramas perversas y fantasmagóricas con "seres-macho" -no hombres, en sentido estricto, sino algo como espectros, íncubos o vampiros, con aspecto, en principio, de caballeros de irreprochables indumentaria y cortesía, pero cuyos rostros, miradas y manos, aunque de una madurez casi juvenil, revelan una imprecisa decrepitud o decadencia, como huellas o restos excrementicios de una depravación moral sin límites-).
    Todo ello da lugar a escenas de intenso erotismo, enclavadas en alcobas barrocas y decadentes, donde se insinúan (incluso se ven, siquiera parcialmente) los cuerpos tersos, embriagados en besos y abrazos íntimos, en unas relaciones colmadas de sensualidad, pero también de sadismo que crea dolor y muerte mientras aparentemente ama. Goces corruptores sobre los que aletean los demonios de la crueldad y el crimen.
 
(17-III-2015)






















 

POEMA "MÚSICA DE LAS TINIEBLAS"

Cantan los espejos armonías desoladas,
marcha fúnebre por el Caos compuesta.
Música oscura de oboes y violines
cuya sustancia es el ritmo de la muerte.
Adagio l
entísimo que llora
como un aullido negro, gemido de extinción.
Y al fondo, voz humana de metal carmesí
brota de un espectro reflejado
en las pulcras y pulidas superficies.

POEMA "HOTEL OVERLOOK".

Durante el invierno implacable y severo
sus vastos corredores y pasillos
vacíos quedan casi por completo,
iluminados espléndidamente en un silencio frío.
Innumerables habitaciones y salones
quietos en su propia quietud, exacta
hasta en los detalles más delicados o triviales
por esquinas remotas esparcidos,
entre latas de comida o alguna bañera
seca todavía.
Lleno de luz, como si reflejara
la de las montañas de nieve
que lo circundan,
permanece aislado durante unos meses,
todos los años el Hotel Overlook,
como gigantesco buque
o nave espacial varada
en helado planeta hostil.

Antes dije 'casi vacío'
pues siempre existe el Vigilante,
el Vigilante del hotel durante el parón invernal.
Él con su familia: esposa, hijos,
que cambian, se modifican a través de los años,
a veces dos niñas casi idénticas,
a veces un hijo único, solitario.
Pero el Vigilante es el mismo
pero el Vigilante es el mismo
pero el Vigilante es el mismo
a lo largo de las décadas,
del inacabable bostezo desértico del tiempo.
Puede adoptar la forma de un barman calvo,
de un escritor en crisis creativa,
de un policía jubilado o un agente de seguros.
En cada época alguien diferente aparenta ser
pero siempre es el mismo Vigilante,
incesantemente el mismo hombre,
como un personaje de Borges.
Ya que, sin que él lo sospeche,
es más que un mero hombre:
su esencia consiste en un mito o destino,
es la pieza clave, necesaria,
para el cumplimiento de un rito:
tributo a la locura fundamental del mundo,
exaltación del caos que todo dispone,
acto atroz que una tenebrosa Voluntad
ordena y exige:
el Vigilante ha de matar a su prole,
asesinar sin piedad a su descendencia.
Y así el crimen ha continuado
repitiéndose,
cada período, cada ciclo.
Hasta que un concreto año
el hijo que había de ser ajusticiado,
desmembrado por hacha paterna,
es un niño que posee el Resplandor.
Resplandor que le protege y salva.
Resplandor que interrumpe el ritual
de ríos de sangre y pánico.
Cortada queda la cadena:
en un momento preciso del tiempo
es el Vigilante quien muere
en su propia demencia atrapado,
en laberinto gélido.
Insania que alguien o algo le inoculó
con poderosa perfidia.
Y lentamente el Hotel Overlook
comienza a derrumbarse,
como todo nuestro mundo a su alrededor
.
 
(21-V-2015)
 



lunes, 15 de junio de 2015

POEMA A GRETA, MI PERRITA

Dulce boca que a gustar convida
tu lengua en frescos lametazos.
Lengua que besos otorga
con generosidad sobrehumana.
Te asustas, mi Greta,
de los ruidos humanos,
¡y quién no debería hacerlo!
Nosotros, los hombres, querida Greta,
somos alarido de impotencia,
grito de ambición y furia,
o, en el mejor de los casos,
pérfido susurro de deseo,
melopea sonrojante de vanidad infundada.
De todo ello no conoces apenas nada, Greta,
salvo esos extraños actos de ciertos individuos
que nunca comprenderás en su crueldad.
Sigue siempre conmigo, Gretilla,
regálame tu mirada de agradecimiento y fidelidad pura,
esa forma en que me miras, Greta, tan humana
en verdad que expresa toda la dignidad y nobleza
de tu raza, de tu especie
y de tu cariñosa personalidad, Greta.
No te asustes, cariño, mi preciosa teckel,
del tráfago y estruendo y caos
de los hombres.
Agita tu cola con alegría olímpica
(pues diosa eres, como parte del todo,
según Spinoza).
Vive cada instante eterno,
disfruta de los sencillos y milagrosos
dones del mundo,
y mírame, bésame, Greta.
 
 
(Junio 2014)