besos, labios entrecruzados
boqueando en el hastío inagotable:
necesitan el escaso oxígeno disponible
entre tanto vómito y la repugnancia fecal
inherente a la materia.
Pues no hay forma humana de acceder
al jardín siempre prohibido,
al lujurioso jardín de la infancia perdida:
delicados parterres y fuentes
ebrios de sol:
¿dónde aquella juventud restallante en cuerpos
que huían de la aniquilación?
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