domingo, 13 de marzo de 2011

LITERATURA Y NIHILISMO.

     El exceso de capacidad crítica, de inteligencia despiadada, conduce a grandes artistas  a un escepticismo arrasador. Esto ha sido cada vez más claro desde el siglo XIX, con el creciente positivismo, la progresiva decadencia de los viejos valores y creencias, la crisis, en suma, del hombre contemporáneo.
     Si a ello unimos la consustancial insatisfacción que suelen padecer los espíritus nobles y sensibles, el alma de los creadores, herida y amargada, ha ido cayendo, en muchas ocasiones, en el más árido y frío nihilismo.
     Uno de los más conspicuos, y acaso primeros, en experimentar este sabor acre, fue el gran Gustave Flaubert. En su correspondencia vemos al hombre de talento, profundamente cultivado, hastiado de impotencia ante una vida miserable y gris. Flaubert no cree en la Historia ni en las soluciones provisionales o débiles que ofrecen la religión o la política, únicamente encuentra un consuelo, a la manera schopenhaueriana, en el cultivo esmerado y exigente de su arte, de la literatura. Su enorme capacidad crítica le lleva a tratar a sus personajes con una ironía cruel y helada. La gran mayoría de éstos, como vemos en "Madame Bovary", son seres despreciables, mezquinos, estúpidos. Flaubert se muestra implacable, despiadado, con los caracteres nacidos de su pluma. En las personas sólo ve sus defectos, salvo en alguna pequeña excepción, como el pobre Charles Bovary (que no deja de ser un ingenuo, un tonto) o Justin.
     Esta crueldad en el tratamiento de los personajes está lejos del espíritu más comprensivo o benevolente de otros autores, quizá menos tajantes o duros (¿debido a que guardaban un cierto fondo de cristianismo?): Dickens, Tolstoi, Pérez Galdós o el último "Clarín" (en "Su único hijo"; ya que en "La regenta" se muestra tan cáustico como Flaubert). Son escritores que, aun conscientes de los vicios y defectos y crímenes de la Humanidad, todavía conservan algo  de  cariño, de compasión, ante las debilidades de sus criaturas. Incluso los personajes mediocres y melancólicos de Chejov podrían incluirse aquí.
     Algo de esta visión desesperanzada se encuentra en el negro pesimismo de Thomas Hardy, por ejemplo, y enlazaría con la posición despegada, amoral y escapista de los movimientos simbolistas y decadentes de fines del XIX y principios del XX (Baudelaire, Rimbaud, Barbey d'Aurevilly, Valle-Inclán, Thomas Mann, Proust) y, a través de éstos, con el surrealismo.
     El nihilismo moderno queda retratado, de forma cruda, en las novelas de Dostoievski ("Demonios", etc) o  de Conrad ("El agente secreto"), y, de manera ambivalente o paradójica, en la filosofía de Nietzsche.
     Tras las crisis que conllevó la 1ª Guerra Mundial (revolución bolchevique, destrucción de imperios, colapso económico, disolución social, casi definitivo hundimiento del concepto tradicional de Dios, etc), este nihilismo social condujo una huida hacia adelante en el ámbito político (fascismo, nazismo, comunismo, y corrientes totalitarias y violentas en general) que en literatura se tradujo (aparte del ya mencionado surrealismo y otras vanguardias) en la obra crudelísima, casi inhumana (¿o demasiado humana?) de Louis Ferdinand Céline, en las páginas análiticas y desidealizadas de Hermann Broch o  de los primeros existencialistas (véase el Camus de "El extranjero" o de "Calígula").
     ¿Y en nuestra época, la de internet y la globalización, de relativismo cultural y choque de culturas? Tal vez estemos asistiendo al triunfo casi definitivo de ese nihilismo que profetizaron hace más de un siglo, con diferentes matices de  valoración, Nietzsche o Dostoievski.

Post-scriptum de junio 2011: Y es porque vivimos en un nihilismo postmoderno, que los lectores de nuestra época prefieren a los autores escépticos, como Flaubert o Cèline, frente a los más amarrados a la tradición. Así, escritores católicos, por ejemplo, como Mauriac, Waugh, Chesterton o Julien Green son minusvalorados, tachados como "conservadores" (pese a su recuperación reciente en algunos casos), como curiosidades un tanto marginales, creadores de relativa segunda fila, fuera del mainstreet literario. En cuanto a Tolstoi y Dostoievski, se reconoce su primacía estética, su incontrovertible potencia creadora, pero sus ideas se pasan por alto, asumidas y parcialmente toleradas como fruto de una época trasnochada.

El nihilismo tiene un origen en buena medida ideológico. El marxismo y el anarquismo despreciaban (cuando no odiaban) toda la tradición, tanto política y económica como literaria, artística, religiosa, filosófica, ética  o nacional. Querían arrasar todo, en un ansia de destrucción. Hacer tabula rasa. Y esto, de forma no explícita, es lo que aprecio en parte de las propuestas "progresistas" contemporáneas. Actualmente, tras las crisis de las ideologías, el nihilismo ni siquiera propone un nuevo modelo social o político, quedándose en una mera crítica destructiva del yo individual, de las instituciones familiares y costumbres sociales, etc.

Este nihilismo también se observa en la "novela negra": los detectives cínicos y amorales, los criminales que narran impasiblemente en primera persona, los policías y jueces corruptos, que suelen traspasar la ley... Puede que esto explique en parte su éxito. Ver la influencia de James M. Cain y otros en el Camus de "El extranjero", p. ej.

Asimismo, el nihilismo seria otro de los componentes destacados en algunos escritores que ahora gozan de gran fama: Bukowsky, Carver, Cheever, Pynchon, Salinger, McCarthy, Coetzee, etc.

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